El RECUENTO DE FIN DE AÑO

Es crucial meditar quien nos acompañó en el momento justo cuando el año acababa. Si en vez de los seres queridos, estuve entre desconocidos, sea en el bar de la esquina o en un rimbombante hotel cinco estrellas, es momento de recapacitar profundamente.

Este 31 de diciembre, nos dimos cuenta, sin lugar dudas, si tuve que enfrentar una mísera realidad emocional. O, si, por el contrario, no me alcanzaron los brazos para estrechar a tantos seres queridos que estuvieron a mi lado.
Este 31 de diciembre, tuvimos la oportunidad de apreciar la maravilla de la vida, es decir, el beso de mi amada, la memoria de mi padre, las arrugas de mi madre, el bullicio de los chiquillos, el hombro de mis amigos. O, por el contrario, tuvimos que lidiar con la soledad de mi mezquindad empapada en alcohol. 

Si este 31 de diciembre la vida nos vistió de fiesta, es momento de agradecer al Ser Supremo por contar con el mejor trozo de la vida, los seres amados. Si, por el contrario, enfrentamos un revés; lo que procede es un compromiso verdadero para cambiar esa realidad en el año venidero.

Recordemos que muchos de nuestros fracasos emocionales surgen de esa incapacidad para decir perdón, por esa gran limitación para asumir los defectos propios y sus consecuencias. Surgen por no comprometernos con el cambio. El hombre mentalmente sano sabe decir lo siento y sabe decirlo desde lo más profundo de su ser.

Muchos sufrimientos emocionales se resuelven con una palabra, con un gesto, con un perdón sincero, desahuciando de nuestra alma al orgullo y anidando la reconciliación. Es justo cuando empieza el año cuando es más fácil lograrlo. 
Espero que este año que pasó nos haya dejado miles de enseñanzas. Para este año que empieza es mi deseo sincero que la unión reine en las familias de buena voluntad, que se limen esas asperezas que siempre surgen entre seres cercanos, que los hijos reinen en la casa y que los abuelos vean, en el devenir del tiempo, felices su creación.