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¿MAESTROS ARMADOS O ARMADOS CON MAESTROS?

Centros Educativos.

¿MAESTROS ARMADOS O ARMADOS CON MAESTROS?

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Recientemente, se ha generado un nuevo debate en los Estados Unidos en torno al tema de la violencia armada en los centros educativos. Entre muchas opciones y propuestas para resolver esta difícil problemática, surgió una idea que, al inicio, parecía descabellada, parecía un simple disparate. Sin embargo, luego fue tomando tanta fuerza, que se cree que en los próximos días un senador republicano la impulsará formalmente ante el congreso americano para su aprobación.

La idea es tan simple como espuria: armemos a los maestros, para que puedan defenderse en los tiroteos. Desde luego que esto no resolvería el problema, más bien lo acrecentaría, entre otras razones, porque aumentaría el comercio de armas. La industria armamentista se alimentaría tanto de la venta de armas para las guerras que ellos mismos propician como  del mercado interno, el mercado nacional americano.

En una de sus variantes, se propone armar solamente a un profesor por centro educativo. Es claro que esto no funcionaría: una única persona armada sería insuficiente. Ante el peligro, posiblemente los demás profesores buscarían armarse por su propia cuenta, convirtiendo los templos del conocimiento en algo así como las locaciones del famoso western de la Ley del revólver. Con profesores armados, no sería raro que pronto veamos titulares sobre un maestro que desencadenó un tiroteo en tal o cual escuela, que sus colegas respondieron al mismo nivel y que el intercambio triplicó la cantidad de las víctimas. 

El verdadero problema, lo que debemos entender de todo esto, es que las escuelas tanto de allá como de acá han dejado de ser sitios seguros. Tenemos que entender que la educación; si no educa, no sirve. Como dijo Rodrigo Facio, si la educación no cambia a la persona, no es educación. Tenemos que entender que formamos a los niños y a los jóvenes con educación y si no es con educación ¿con qué los vamos a formar?

 Ese es el verdadero problema de la sociedad occidental: perdió la fe en la educación, dejó de creer en el arte de enseñar, dejó de creer en los maestros y en los profesores, dejó de creer en los libros y en las clases; ha descuidado sus mejores armas, que son los  maestros, que son los libros, que son las pizarras, que son, precisamente, las escuelas.

Hoy no estamos combatiendo los grandes problemas sociales en el frente que corresponde, que es en el frente educativo. Lo podemos ver en la problemática de las drogas: llevamos años tratando infructuosamente de resolverla a punta de balazos, con agentes entrenados, con policías especializadas. Destinamos grandes cantidades de recursos para las fuerzas de choque y para las fuerzas de inteligencia; sin darnos cuenta que la inteligencia dicta que debemos luchar desde las escuelas y colegios.

Que tenemos nuestras cárceles llenas de víctimas de las drogas, que las familias se destruyen por la droga, que el comercio se infla de lavado. Todo esto no lo hemos resuelto, ni lo vamos a resolver a punta de balazos: Nadie, en el mundo capitalista, ha resuelto así este problema

Nuestros centros educativos son inseguros, por ellos deambulan la droga y las armas. Los buenos estudiantes no están seguros y los malos estudiantes reinan como pequeños zares de la droga colegial. Curiosamente, lo mismo ocurre con nuestras calles, llenas de drogas y llenas de violencia. Los estudios señalan que buena parte de los crímenes ocurren bajo un común denominador: la drogadicción. Irónicamente, es en los colegios donde nuestros hijos están aprendiendo a usar drogas y a usar la violencia y es justo ahí, desde nuestros colegios donde podemos combatir eficazmente esta situación. 

Y entendámoslo de una vez, es desde las escuelas, es desde los colegios, desde donde debemos resolver  las problemáticas más importantes que aquejan a nuestro país. El embarazo en la adolescente, el embarazo no deseado, el aborto clandestino, la epidemia venérea que cubre a nuestra población, se deben combatir con educación, las otras medidas son secundarias y usualmente estériles.

Como país, debemos armarnos, pero armarnos de maestros que cuenten con los recursos necesarios para cambiar nuestro perfil como nación, a quince años plazo. Eso es lo que le toma a una generación  incrustarse en el sistema. Los recursos que usamos infructuosamente para combatir la problemática nacional, debemos destinarlos al sistema educativo, donde sí veremos y disfrutaremos los resultados.

Tenemos que confiar en los educadores, tenemos que devolverles su papel protagónico, tenemos que socar la faja a las universidades para que actualicen los currículos a la verdadera problemática del país. Tenemos que dejar de enseñar lo que no sirve, tenemos que dejar de obligar al estudiantado a aprender lo que se olvida;  para centrar nuestras metas educativas en no perder a tanto joven en las manos del mal.

Los pueblos cultos de la historia siempre resolvieron sus problemas con educación. Los pueblos bárbaros, con más  violencia.

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