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LAS ZONAS AZULES DEL MUNDO II

La fuente de la juventud descubierta en Costa Rica.

LAS ZONAS AZULES DEL MUNDO II

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El término zonas azules es relativamente nuevo y se refiere a las cinco zonas del mundo donde la gente vive muchos años – cien y más- y envejece sanamente. Una de ellas se encuentra en la Península de Nicoya en Guanacaste.

Los habitantes de estas zonas tienen menos incapacidades, se enferman menos, rara vez son obesos, tienen una movilidad corporal inusual y además, como si fuera poco, están muy satisfechos con sus vidas. Mencionamos la semana anterior, que la dieta sensata y natural juega un papel fundamental para que estas personas se conserven sanos por tanto tiempo.

El ritmo de vida del mundo globalizado, donde no hay tiempo para nada, donde siempre se anda en carrera; contrasta con el ritmo de vida imperante en las zonas azules, donde la gente saca tiempo para el descanso y la recreación, para ver un atardecer, para caminar bajo la lluvia o para escuchar ese casi olvidado trino de las aves cuando sale el sol. No se trasnocha, ni se rompe abruptamente el sueño cada mañana. No se almuerza con un tenedor en una mano y un celular en la otra. La vida transcurre como debe ser, sin presuras y teniendo el deleite como norte.

No cabe duda que las zonas azules son zonas diferentes. Los estudiosos destacan que las relaciones con amigos y familiares, son estrechas, solidarias y armónicas. Hoy se sabe que esos lazos fuertes son un aliciente para la salud y para la vida. Siempre o casi siempre se come en casa, y nunca se come solo, las comidas se comparten y se espera al que viene un poquito retrasado. En la mesa se escuchan los relatos de lo acontecido en el día, se comparten las penas y las alegrías, las jocosidades y las tribulaciones.

Con frecuencia se sientan en el escaño del zaguán a ver el horizonte y a darle espacio a las cavilaciones y reflexiones que la vida exige. Se dan las buenas noches antes de ir a la cama, y el día empieza con un buenos días colectivo.   Se le lleva un gallito a vecinos y amigos y se le echa una mano al que pasa por una penuria.

En contraposición, los nuevos estilos de vida nos separan de nuestros seres queridos. No hay tiempo para compartir el café con nuestros hijos, cada uno almuerza donde lo agarre el sol en el zenit y es común que se llegue a la casa cuando los hijos ya están dormidos. Tras de eso, el tiempo que tenemos para compartir, frecuentemente lo devora la televisión o internet. Así, cada uno en su cuarto, lejos del convivio familiar. Ya los niños no se duermen con los cuentos de mi Tía Panchita.

Continuará…

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