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LA LEY DEL REVOLVER

La inseguridad nos persigue.

LA LEY DEL REVOLVER

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El problema de la seguridad ciudadana no reside solamente en lo que hacen o dejan de hacer nuestras entidades gubernamentales. El problema reside que en el cada día todos sentimos que a nadie le importa lo que nos pase. No cabe duda que sea importante incautar los cargamentos de droga, desmantelar esas y muchas otras bandas internacionales, pero también es importante crear un ambiente seguro para nuestras familias.

El problema es que tenemos la percepción que la delincuencia que afecta directamente al ciudadano sigue reinando en este país como si fuéramos una tierra sin ley. El problema es que para el pueblo, que es víctima de los más diversos crímenes, la impunidad y la indiferencia le resultan indignantes

El problema es que sentimos que no hay eco de nuestro pesar por parte de las autoridades. Más aun, cuando ponemos una denuncia, hay frases que son hirientes, porque nos dejan la impresión de que la culpa es nuestra.

Si se meten a la casa te dicen algo así como “no debió dejarla sola”. Si te roban el celular, “en esa calle siempre roban”. Si tachan el carro “eso pasa por no dejarlo en un parqueo” o peor aun “por dejarlo en ese parqueo”. Si nos lo roban: “es que ese es el modelo que más roban y más en esta zona”. Como si la culpa es de uno por comprar esa marca y por vivir en este barrio.

Cuando vemos las noticias es usual  escuchar, que tal personaje es un conocido topador, frase que sugiere que todos saben que delinque, que es un criminal y que nadie en este país hace nada para detenerlo.

Los ticos imprudentemente comenzamos a luchar contra el hampa con medidas caseras, ingenuas  y muchas veces artesanales, como si no tuviéramos policías, como si viviéramos en el viejo oeste. Enrejamos nuestras casas, ponemos alambre navaja en nuestras tapias, compramos alarmas, pagamos un guarda para que recorra la cuadra en bicicleta,  ponemos cámaras, contratamos servicios satelitales, pero aun así nos roban, nos asaltan, nos ultrajan y nos matan.

El desaliento  y la desconfianza se apodera de todos, más cuando vemos que hasta los ricos y famosos son víctimas de estas olas delictivas. Muchos ya no ponen la denuncia por considerarla una pérdida de tiempo. Por eso las  estadísticas no reflejan lo que pasa en las calles, lo que  pasa en los hogares ni el acontecer delictivo nacional. Un día de estos, las estadísticas dirán que somos la ciudad más segura del orbe, que ya no hay crímenes,  porque  ya nadie, los denuncia.

Peor aún, no sería raro que un día de estos los ciudadanos se armen,  decidan tomar la justicia en sus manos, y profesen  la peligrosa ley del revolver.

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