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CONVENCIONES Y PRECANDIDATOS

¿Quién?, ¿Cómo?, ¿Cuándo? y ¿Dónde?

CONVENCIONES Y PRECANDIDATOS

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Decía Jefferson que “las democracias son de los que participan”, queriendo decir que los que se quedan al margen y se mantienen indiferentes, no pueden luego críticar el sistema en el que viven. La democracia requiere de una participación activa de la población de lo contrario corre el riesgo de convertirse en una oligarquía.

Estas sabias palabras fueron cambiando su connotación a lo largo del tiempo, y aunque hoy la democracia sigue siendo de los que participan, el agravante es que para participar en nuestro sistema democrático se requieren altas sumas de dinero, requisito que excluye a las grandes mayorías. El individuo promedio ve restringida su participación a la de un simple votante y ve lejana la posibilidad de convertirse en gobernante del país, del cantón, del distrito, y a veces hasta del comité de deportes.

Ya hace mucho que los ticos están mandando un mensaje al demostrar una magna apatía por la política actual. El ausentismo electoral asusta. Las convenciones de los partidos son insípidas, no se dan aquellos movimientos fervientes de hace unas décadas, muchos de los precandidatos son auténticos desconocidos, y el día de las votaciones –seamos francos- pasa desapercibo, aún cuando de manera sorprendente las cajas electorales reportan millares de votos.

Antes, las votaciones eran una auténtica fiesta electoral, hoy hay más personas en una manifestación  que votantes en una convención. Dato inequívoco que señala que el pueblo está perdiendo la fé en el sistema. Que el pueblo está dejando de creer en las soluciones políticas. Que el pueblo está aprendiendo que los problemas se resuelven en la calle y no en las urnas.

Pareciera que las urnas son sólo para los que pueden postularse, para los que pueden ostentar una candidatura, para los que cuentan con ocultos financiamientos, para los que pueden pagar el lujo de optar por el poder y es claro que esas élites rara vez entienden las necesidades del pueblo.

Es  muy peligroso para el país que los problemas sociales no sean resueltos por nuestros gobernantes, que las manifestaciones vengan del sur, del norte, del atlántico y del pacífico, de la ciudad y del campo, como si esos poblados fueran excluidos de la representación popular, como si no tuvieran diputados, munícipes o alcaldes. Antes los problemas se resolvían hablando con el líder del pueblo. Hoy ya eso pareciera una quimera.

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